En Brasil, solemos hacer chistes con los productos paraguayos. En parte es por nuestra arrogancia de «grandotes», pero también porque Paraguay es una conocida ruta de contrabando – desde electrónicos hasta destilados.
Lo que la derecha más fascista intenta imitar ahora en Brasil no es chiste. El expresidente paraguayo Fernando Lugo fue derrocado en un golpe que en mucho se parece al que políticos cavernícolas y sin escrúpulos quieren reproducir contra la presidente brasileña, Dilma Rousseff (PT).
La historia, se dice, se repite como farsa. Aunque pudiese ser criticado por varias acciones u omisiones de su gobierno, Lugo fue retirado del cargo en un juicio exprés ilegal – que empezó el viernes y terminó el sábado – por «mal ejercicio de sus funciones».
El pretexto, entonces, fue la masacre de Curuguaty en 2012, acción de desalojo que resultó en la muerte de 11 campesinos y de seis policías – varios relatos en la prensa hacen referencia a la presencia de francotiradores infiltrados entre los campesinos. La oposición, lógicamente, atribuyó la responsabilidad a Lugo. En realidad, venía intentando derrocarlo y ya había presentado más de 20 pedidos de juicio político cuando sucedió la masacre1.
El proceso fue tan escandaloso que el Mercosur suspendió Paraguay de sus funciones en el bloque comercial – el Mercosur tiene una cláusula democrática que fue considerada violada por el golpe parlamentario. Los Estados Unidos, obviamente, no consideraron que hubo golpe y exigieron que la OEA (Organización de los Estados Americanos) no tomase ninguna medida contra el Paraguay.
«La oligarquía y el imperialismo jamás cesan de conspirar y actuar, y si parece que están resignados esta apariencia es enteramente engañosa, como lo acabamos de comprobar hace unos minutos en Asunción», escribió el politólogo y sociólogo argentino Atilio Borón tras el golpe2.
Hay que recordarse la historia paraguaya para comprender por que, aunque no haya sido capaz de promover el cambio que se esperaba, Lugo era incómodo. «Paraguay ha sido durante mucho tiempo una de las peores dictaduras en el continente americano, manejado por una pequeña clase terrateniente organizada en el Partido Colorado, con miserables condiciones para el campesinado, la mayoría del cual pertenece a pueblos indígenas», escribió el sociólogo norteamericano Immanuel Wallerstein.
Lugo «fue el primer político de izquierda a ganar una elección en Paraguay (excepto por una corta victoria de alguien en 1936, quien fue depuesto en un año)», observó Wallerstein. También hizo parte de una ola de victorias para partidos de izquierda en la región, dando alguna esperanza a Paraguay, explicó el sociólogo.
No son pocas las semejanzas con lo que se intenta en Brasil. Los optimistas – entre los cuales no me incluyo – dicen que Brasil es mucho más complejo que Paraguay y un golpe parlamentario tendría muchos obstáculos. Veamos, entonces, los datos.
Lugo fue elegido en coalición con un partido centrista (PLRA), que abandonó su gobierno para derrocarlo y el vicepresidente Federico Franco, del PLRA, asumió el poder – Dilma está asociada al conservador PMDB, de su vicepresidente Michel Temer, que asumiría en su lugar caso el juicio sea efectivamente abierto.
Por la Consitución, si el juicio empieza, la presidente es apartada del cargo por 180 días, mientras dure el proceso. Pero obviamente el caos ya estaría instalado y la prensa (120% golpista) se encargaría de no permitir que el juicio fuese legítimo, ni los vendepatria estarían interesados en la legalidad.
El expresidente paraguayo no tenía apoyo en el Senado – encargado del juicio. La presidente brasileña tiene una mayoría ficticia, que depende del traicionero PMDB, partido que a cualquier momento puede hacer acuerdo con los golpistas, aunque estén liderados por un corrupto denunciado por lavado de dinero3.
Obsceno como suele ser, el PMDB ya dio señales de que traicionará el gobierno, empezando por el vicepresidente, el líder de los infiltrados. Dilma cuenta, como mucho, con 30 votos garantizados entre los 81 senadores (cuenta mía), más la incógnita del PMDB. El pedido necesita ser aprobado por dos tercios de los presentes y muy bien los covardes pueden simplemente ausentarse para derrocar el gobierno.
La presidente brasileña es «acusada» de simular un préstamo con un banco público para pagar benefícios sociales. En resumen, sacó de la cuenta pública para pagar el Bolsa Familia, el principal programa social del gobierno y uno de los más grandes del mundo en número de participantes.
No está acusada de corrupción, cuentas secretas, lavado de dinero, por forrarse en el cargo. Como se sabe, Brasil enfrenta crisis económica y el gobierno utilizó – como también hizo el opositor Fernando Henrique Cardoso (PSDB) cuando gobernó, antes del PT, sin jamás ser molestado por eso – dinero del banco público sin solicitar un préstamo formal. Y luego lo devolvió, lógicamente.
No solo no es crimen de responsabilidad – el nombre dado a una acusación que puede generar el juicio político contra un presidente – como siquiera está previsto en la Constitución, pues ella fue escrita antes que esa práctica fuese cuestionada. No es razón para impeachment. Podría ser, quizá, motivo de sanción, multa u otro tipo de punición, pero no está escrito.
Como pasó con Lugo, al día siguiente de perder la elección la oposición ya estaba en los tribunales contestando el resultado con reclamaciones que serían para reírse, no fuesen vergonzosas. La victoria de Dilma en 2014, cada día me convenzo más – sobre todo cuando se ve lo que pasó en Argentina y Venezuela -, fue algo muy inesperado por la derecha latinoamericana e internacional que le apoya. Fue tan sorprendente, ante el violento cerco de la prensa que sufrió, que no le dieron un día de descanso desde que asumió, conspirando sin parar para poner fin a su gobierno.
En la cabeza de esa derecha venida directamente de la Edad Media, existía «democracia» cuando ella ganaba, pero el «juego» dejó de interesarle cuando pasó a perder elecciones. No tengo dudas sobre el futuro. La derecha aprende de sus errores y ahora viene a por todo.
1.La primera «acusación» contra Lugo fue presentada solo 72 horas después que había asumido la presidencia.
2.Fuente: http://www.atilioboron.com.ar/2012/06/por-que-derrocaron-lugo.html
3. El presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Cunha (PMDB), fue denunciado en agosto por el Procurador-General de la República por corrupción y lavado de dinero. La denuncia dijo que pidió US$ 5 millones de soborno para «facilitar» la construcción de navios por la petrolera Petrobras, entre otras cosas bastante peores. Durante la investigación, se descubrió que tenía cuatro cuentas secretas en Suiza – sobre las cuales mintió, negando su existencia. Pero sigue comandando el juicio contra la presidente porque sirve al propósito de los golpistas, mayoría en el parlamento.