Si a las nueve de la noche
no se ve ni un lucero,
si la calle está desierta
y no encuentra ni al sereno
que pueda abrirle la puerta,
no piense con desespero
en una ciudad ya muerta,
es que es la cuesta de enero.
¿Que le pide veinte duros
su compadre Baldomero?
No se extrañe del apuro,
la cuestecita de enero.
Si se ve en medio de la calle
y se encuentra sin dinero,
no es que sus cálculos fallen,
es que es la cuesta de enero.
Si ve más televisión
que ha visto en un año entero,
no es que la tele es mejor
ni se ha vuelto usted casero.
Es que, a ver que va usted hacer
si está en la cuesta de enero.
Si se mete usted en el cine
y no está ni el taquillero,
no es que el programa sea malo,
es que es la cuesta de enero.
Si un surtidor no ha servido
ni gasolina a un mechero,
si se encuentra usted dormido
incluso al gasolinero,
no es porque la hayan subido,
es que es la cuesta de enero.
Si es que va a un supermercado
y encuentra merluza y mero
y cien clases de pescado
y ve jamones enteros
y no ve un queso empezado
y le atienden con esmero,
con atención y cuidado,
no es que haya más empleados
es que es la cuesta de enero.
Si se va usted a un restaurante
y no ve ni al camarero,
no es que hayan comido antes
y hayan cerrado el comedero.
Lo comprende hasta un infante,
es que es la cuesta de enero.
Si el banco en circulación
va y pone un millón de letras,
verá con resignación
que viene el millón de vueltas.
Tamaña devolución
del industrial al tendero,
de la empresa poderosa
al modesto zapatero,
no le demuestra otra cosa
que no es que hay gente tramposa,
es que es la cuesta de enero.
Si muy pincho y pinturero
en un cabaret se mete
buscando pasar el rato
y no invita a la vedette,
y por muy mal que le cuadre
ni a la vedette ni a su padre,
no es que sea usted un chivato.
En su interior se lamenta
tener que ser ratonero
pero hay que tener en cuenta
que está en la cuesta de enero.
No puede pensar este mes
ni en gastos ni en zarandajas
sino que el poco parné,
le hace falta a su mujer
para meterse en la rebaja.
Así que ya sabe usted:
A ligarse un buen ditero
para esta cuesta tan funesta,
o a buscarse un usurero
que le preste a usted dinero,
porque hay que ver lo que cuesta
subir la cuesta de enero.
Había un pequeño callejón en San Francisco detrás de la estación de Southern Pacific, en la Tercera y Townsend, de ladrillos rojos en las perezosas tardes somnolientas, y todo el mundo trabajando en oficinas y en el aire sentías la pesada prisa del frenesí de sus conmutadores para luego ser arrastrados en masa desde los edificios de Market y Sansome, a pie o en autobuses, todos bien vestidos en medio de los demás trabajadores de Frisco, camioneros de la Walkup, e incluso la remarcable mugre de la Calle Tercera con vagabundos perdidos y Negros desesperanzados y la larga calle Este a la izquierda y el sentido de la responsabilidad y el esfuerzo; y ahora todo lo que hacen es quedarse allí escupiendo el cristal, a veces cincuenta sobre una misma pared de la Tercera y Howard durante toda la tarde, y todos esos productores de corbatas limpias de Milbrae y San Carlos y los conmutadores de América y la Civilización del Acero apresurándose a la par de las Crónicas de San Francisco y los boletines verdes con noticias, y sin tiempo suficiente para ser desdeñosos, tienen que tomar la 130, la 132, la 134, la 136 calle arriba hasta la 146 a la hora de cenar en sus casas, linderas a las vías, mientras que altas en el cielo las estrellas mágicas viajan por encima del carbón ardiente de los trenes de carga.
Todo esto en California, un mar que yo nado afuera, en las tardes de ardiente meditación final con mis jeans y un pañuelo en la cabeza o la linterna de guardafrenos o (si no estoy trabajando) con un libro, miro hacia arriba el cielo de perfecta pureza perdida y siento como la madera de la vieja América se comba debajo de mi y tengo conversaciones alocadas con Negros bajo las ventanas del segundo piso y todo nos invade, los bruscos movimientos de los furgones en aquel pequeño callejón tan parecido a los callejones de Lowell y oigo lejos los motores llamando a las montañas de la misma forma en que nos llama la noche.
Y era aquel contorno de nubes que podía siempre ver encima del pequeño callejón de Southern Pacific, las ráfagas flotando desde Oakland o la entrada de Marin al sur o de San Jose al norte, la claridad de California que detiene tu corazón. Era ese adormecerse fantástico y el impacto del murmullo de las chimeneas en las tardes de la infancia, nada que hacer, el viejo Frisco, fin de la tristeza de la tierra – la gente – el callejón lleno de camiones y cerca los autos de los negociantes, y nadie supo o se preocupó en saber quien era yo, todo lo que soy con tres mil quinientas millas desde mi nacimiento – todo abierto, y volviéndose parte de mí al fin, en la Gran América.
Ahora es de noche en la Calle Tercera, el neón fulge y los focos amarillos de desastres imposibles-de-creer con oscuras, arruinadas sombras tornándose en un desgarrado matiz amarillo, como una China degenerada sin dinero, – los gatos en el callejón de Annie, el cansancio que vuelve, gime, rueda, la calle que se llena de oscuridad. El cielo azul encima de las estrellas que penden sobre los techos de viejos hoteles y los calefactores lamentando el polvo del interior, la mugre dentro de las palabras cayendo diente a diente, las salas de lectura y el tictaqueo del gran reloj, las sillas crujientes al reclinarse y los viejos rostros que miran detrás de sus gafas sin armazón, compradas en alguna casa de empeño de Virginia o Liverpool, Ingltaterra mucho antes de que yo nacierse y a través de las lluvias han llegado hasta el final de la tristeza de la tierra, fin de alegría del mundo, todos los San Franciscos que tendrán que desmoronarse alguna vez y volver a arder.
Y yo camino, y una noche un vagabundo cayó dentro de un hoyo de una obra en construcción, allí donde están abriendo una cloaca, los roncos jóvenes de vaqueros desgastados de la Pacific & Electric que trabajan allí, y pienso a menudo en acercarme a ellos, a algún rubio de pelo ensortijado y camisetas ajada, y decirle “deberías pedir trabajo en el tren, es fácil, no te quedarías todo el día en la calle y ganarías mucho más,” pero el vagabundo había caído en el hoyo, uno de sus pies quedó fuera, en el mismo lugar donde una vez un M.G británico, conducido por algún excéntrico, se atascó mientras yo volvía a casa luego de una larga tarde de Sábado, cerca de Hollister, más allá de San Jose, a millas de distancia de la jugosa dicha, de los frescos campos de ciruelas, ahí se atasca un M.G británico, y las ruedas quedan hacia arriba y los vagabundos y los policías de pie alrededor, delante de la cafetería— y por la manera en la que lo rodeaban me di cuenta de que nunca podría conseguirlo, dado que no tenía dinero y ningún lugar adonde ir y Oh su padre había muerto y Oh su madre había muerto, y Oh su hermana había muerto, y Oh todos los suyos habían muerto, muerto.—- Y por entonces yo me acostaba en mi habitación en las largas tardes de Sábado, escuchando a Jumpin’ George con mi pinta de Tokay, sin marihuana, y reía debajo de las sábanas al oir aquella loca música, “Mama, he treats your daughter mean; Mama, Papa, y no te acerques aquí, porque te mataría, etc”; colocándome sin drogas en la penumbra de la habitación, y todos maravillados, sabiendo que el Negro, la esencia de América, habría siempre de hallar consuelo y propósito en las calles campesinas y no en lo abstracto de la moral, y que aún sin tener una iglesia, podías ver a sus pastores allí afuera, inclinándose frente a las mujeres, escuchar su voz vibrante diciendo, “Como quieras, Má, pero el gospel corrobora que el hombre nació del vientre de la mujer—” Y así y entonces, en aquel tiempo me salgo de mi saco de dormir y me hago a las calles cuando sé que no van a llamarme del tren hasta las 5 de la mañana del Domingo, y probablemente vaya a algún local en Bayshore, de hecho voy a un local en Bayshore siempre, y me meto en el bar más lacrimoso de todos los salvajes bares de este lado del mundo, en la Tercera y Howard, y allí, entre dementes, me emborracho y luego me marcho.
Aquella puta que se acercó una vez, en la noche, yo estaba allí con Al Buckle y me dijo, “¿Quieres jugar un rato esta noche, Jim?” y me di cuenta de que no tenía dinero suficiente, y más tarde le conté a Charley Low y él se rió y dijo, “¿Por qué pensaste que precisaba dinero? Siempre existe la posibilidad de que hubiera salido sólo por amor. No seas cretino.” Y ella era una chica linda y me dijo, “¿Cómo te gustaría hacerlo conmigo, amor?” y yo ahí como un idiota; y de hecho, me compré un trago, bebí, me emborraché y esa noche, en el Club 299, el propietario me golpeó y una banda se metió en la pelea mucho antes de que yo pudiera devolver el golpe, cosa que no hice, y luego en la calle, me di prisa para entrar nuevamente al lugar y ya había cerrado la puerta y me miraban por el vidrio espejado con rostros difusos— Y debería haberla pasado bien jugando con ella y su shurro-uruuruuruuruuruuruurkdiei
Este video fue uno de los últimos tweets de Ian Murdock.
Por qué, si es su rock’n roll?
Y yo no sé si a tu perro le gusta ladrar a lo bobo
mi perro no!
no quiere no
con el hocico afiebrado no!
recuperando palitos, corriendo a lo bobo
Por qué, si es su rock’n roll?
No no no, no más culo mojado
No no no! quizá algún fueguito…
aquí y allá algún fueguito ensaya mi perro
Porque este es su rock’n roll!
Mi perro dinamita está fiero como un tártaro
y gruñe no!
rechaza no!
no mueve el rabo con docilidad
ni da la patita, ni hace el muertito
y aúlla este rock’n roll!
Y yo no sé si a tu perro le gusta ladrar a lo bobo
mi perro no!
no quiere no
con el hocico afiebrado no!
recuperando palitos, corriendo a lo bobo
Por qué, si es su rock’n roll?
Y dice no! y me desobedece
no! es lo mejor que hace
aquí¡ y allá el muy zorrito
la vá de rififí
Porque este es su rock’n roll!
Voy a cuidar de mi amorcito,
que está borracha por demás otra vez,
me llama nene, doctor
yo no la cambio por nada
cuando empieza a cabalgar.
Voy a cuidar de mi amorcito,
que mordió el vidrio por demás otra vez,
me llama nene, sifón.
cuando me muerda alocada
¡Ñam fri frufi fali fru!
¡Ñam fri frufi fali fru!
¡Ñam fri frufi fali fru!
Yo no la cambio por nada
cuando empieza a cabalgar.
Voy a cuidar de mi amorcito,
que está borracha por demás otra vez,
me llama nene, doctor
cuando me muerda alocada
¡Ñam fri frufi fali fru!
Voy a cuidar de mi amorcito,
que mordió el vidrio por demás otra vez,
me llama nene, sifón.
Yo no la cambio por nada
cuando empieza a cabalgar.
¡Ñam fri frufi fali fru!
¡Ñam fri frufi fali fru!
Yo no la cambio por nada
cuando empieza a cabalgar.
cuando me muerda alocada
¡Ñam fri frufi fali fru!
Yo no la cambio por nada
¡Ñam fri frufi fali fru!
¿Similitudes paralelas? O andamos muy confusos, pudimos, luego podremos y pues seguiremos haciendo mas. Resulta a veces chocante ver algunas pautas o similitudes que se llevan a cabo tanto a nivel personal, local, grupal como social o nacional.
Bobinas nació como todo un reto, un impulso que si bien eramos pocos pero suficientes para intentarlo. Sabemos que nada es definitivo, sabemos que por ahora todo funciona porque no hemos detectado algún grave error, falta muy mucho por aprender y sobre todo conforme pase el tiempo mas critico será.
El impulso o la idea que desde hace años tenía en cabeza de que cualquier persona, cualquier computadora, cualquier conexión, cualquier ubicación y cualquier momento puede levantar un nodo, una intercomunicación válida, incluso por no decir envidiable porque como todo y en todos cada grupo tiene sus propias características, y un nodo mas pues viene a eso a consolidar esa voluntad y ese impetu de hablar por placer, por ilusión e incluso por orgullo de poder hacerlo de verdad, aplicando los tan sencillos pasos como el respeto, la ética y los valores mínimos de tolerancia como para hacerlo.
Pero curiosamente las recientes noticias políticas, que si bien no es directamente relacionado con nada del nodo, que se está sufriendo en un país como España recuerda y anima a que precisamente un grupo llamado «Podemos» está procediendo de tal forma vertiginosa.
La similitud de los recortes sociales viene precisamente en que hasta cierto punto el responsable de todo ello es uno mismo, tal como publicamos de cabecera siempre en el nodo de pandilla4gatos, “¿Quieres cultura, libertad, igualdad, justicia? Pues ve y conquístalas, no quieras que otros vengan a dártelas.” Ricardo Mella – Escritor (1861-1925), sabemos y queremos estar en ese paso en donde por el tiempo que podamos y seamos capaces dispondremos de nuestros propios recursos para difundir, dialogar, comunicar e invitar a todos los que gusten o plazcan acompañarnos.
No queremos centralizar tanto las cosas, conocemos el precio de las cosas gratis y promesas que de adelantan con facilitar tu identificación de datos, sabemos que por razones aun quizás misteriosas nos hemos encontrado y nos reunimos en redes libres, en redes
No se si tenemos demasiada influencia externa, social y moral (aunque mas bien sería lo contrario, no que tengamos influencia sino que sabemos sobre que aspectos dejarnos influenciar mas y para mejor) pero incluso parece que paralelamente estamos llevando algo que se asemeja a recuperar ciertos valores, logisticos, organizativos y sobre todo en base de recursos propios. Lo que para la gran mayoría es una gran estupidez, para nosotros es de una gran clarividencia.
-Era Nochebuena, nena.
En la celda de los borrachos
un viejo me dijo, “no veremos otra”.
Y entonces se puso a cantar
“The Rare Old Mountain Dew”.
Volví la cara y soñé contigo.
Tuve una buena racha,
me pagaron dieciocho a uno.
Tengo el presentimiento
de que este es nuestro año.
Así que feliz navidad,
te quiero, nena.
Puedo ver tiempos mejores
en los que nuestros sueños se harán realidad.
-Tienen coches tan grandes como bares,
tienen ríos de oro,
pero el viento te traspasa,
no es lugar para los viejos.
Cuando me diste la mano por primera vez,
en una fría Nochebuena,
me prometiste que Broadway
me estaba esperando.
Eras guapo.
-Tú eras bonita,
la reina de Nueva York
-Cuando la banda terminó de tocar,
la gente exigió más.
Estaba sonando Sinatra,
los borrachos estaban cantando,
Nos besamos en un rincón
y luego bailamos toda la noche.
Los chicos del Coro de la Policía de Nueva York
cantaban “Galway Bay”,
y las campanas sonaban
por el día de Navidad.
-Eres un maricón, eres basura.
-Eres una vieja puta colgada de la heroína
tirada ahí, casi muerta, amuermada en la cama
-Saco de mierda, gusano,
sucio y barato mariconazo,
métete en el culo tus felices navidades,
ojalá sean las últimas juntos.
Los chicos del Coro de la Policía de Nueva York
cantaban “Galway Bay”,
y las campanas sonaban
por el día de Navidad.
-Podría haber sido alguien.
-Bueno, igual que todos.
Me quitaste los sueños
cuando te conocí.
-Los guardé conmigo, nena.
Los puse con los míos.
No puedo conseguirlo sólo.
He construido mis sueños en torno a ti.
-Los chicos del Coro de la Policía de Nueva York
cantaban “Galway Bay”,
y las campanas sonaban
por el día de Navidad.