Por: David P.
Es posible que ya no haya solución para el problema eterno del ser humano: la explotación de unos por otros. En tal caso, se ve ya sentido a lo que sucede hoy en día con «el mundo». En este escenario ya no es necesario un telos, no hay importancia en el rumbo ni en el camino, solo «el presente» rige nuestra existencia y acciones. Ha sido un proceso de tipo histórico lo que ha fomentado este resultado, como bien es sabido y demostrado cientos de veces.
Luego de que desaparecieron las formas de ver «al futuro», el vaciamiento inmenso que hemos sufrido como humanos nos ha dejado arrojados a un continuo cinismo (en cierta manera hipócrita porque todos de una manera u otra, hemos visto las barbaridades de la historia por televisión, radio, internet…) que también tiene su propia demanda: la creencia en lo que esté más a mano, el aferramiento feroz a cualquier fuente materna de arraigo, una vinculación con el mundo real, que no nos deje sin un objetivo, que nos asegure la existencia. Pero este arraigo no es ilimitado, ni en tiempo, espacio o telón. Se renueva, cambia a partir de ciertas acciones, etc., se le presenta al ser humano como medio para ganar sentido en un mundo asqueroso.
El desarraigo se expresa fácilmente en lugares masivos, por ejemplo la feria del libro de algún país, donde un “youtuber” hace rebasar la capacidad de los auditorios, a pesar de estar vendiendo un libro básico y pobre. Se expresa en las redes sociales con las causas globales, las tendencias, que no son más que formas de asirse de un poste para no caer tan pronto. Tiene fenómenos hermanos, como por ejemplo el miedo o la paranoia (represiva), dos ingredientes de hoja clínica del humano contemporáneo. El miedo lo adquirimos cuando matamos a dios, la culpa que sentimos por cada uno de nuestros nocivos actos nos va arrojando en el fango del duelo. La paranoia la empezamos a sufrir cuando enajenamos nuestros derechos en la vigilancia estatal, privada y la dominación (de clase).
¿Quién iba a pensar? Lo que engendra con mayor ahínco la esperanza es su total opuesto, una realidad brutal, pero la humanidad es la excepción a la norma, ninguna negación, ninguna demostración de muerte es suficiente para hacer que busquemos lo bello con más fuerza, antes nos hace más indiferentes y pone una coraza de sumisión. El desarraigo refuerza la explotación de los grupos cúspide sobre una mayoría cada vez más sola, vacía y abandonada.
Ya no valen las muertes de miles de mártires luchando por jornadas laborales más cortas y dignas, no valen las guerras civiles que esbozaban lejanamente la libertad y la igualdad de los más excluidos. Las verdades son muchas, todos tienen razón, todo es válido, todo es aceptable, todos pueden hacer lo que quieran, todos pueden ir a donde deseen, todos pueden tener un automóvil, y todos pueden tener un trabajo.
¿En qué creer? Creer en ISIS1, en la causa del islam, de la seguridad, de las cámaras de vigilancia. Se puede creer en seres humanos totalmente increíbles como un fanfarrón con jerga asesina y vulgar de candidato a presidente. También se puede creer en que nuestro país es mucho mejor que el del vecino, en el próximo mundial o en los “youtubers”. Se puede creer en el catolicismo, en que el mundo acabará como la biblia lo aseguró, en facebook, en guasá, en la democracia representativa, en el trabajo, en la virgen o en el papa. El futuro es ahora y por lo visto, no hay alternativa.
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1 Para ver un excelente texto al respecto: La yihad como crisis de sentido: Juventud occidental en busca de Absolutos. https://mrmorlock.wordpress.com/2016/04/01/la-yihad-como-crisis-de-sentido-juventud-occidental-en-busca-de-absolutos/
El desarraigo como fin https://agora.pandilla4gatos.tk/el-desarraigo-como-fin/